COAVA_ArquitectosValladolidNº14

36 REVISTA DEL COLEGIO DE ARQUITECTOS DE VALLADOLID | SEPTIEMBRE 2020 atravesaba justo nuestro solar. Se creaba un edificio enterrado, con una gran plaza escondida y que sólo se podía descubrir desde el campus y no directamente desde fuera. Si accedes por la ciudad, lo único que se vería serían tres vo- lúmenes emergiendo, creando un hito o icono en una zona en la que hasta ahora no había nada. Pero como no queríamos generar un gran impacto, estos tres volúmenes translúcidos u opacos se cubrían con una malla vertical de alambres por donde podía crecer la vegeta- ción y ser en sí mismos el propio parque, creciendo hacia el cielo gracias a la arquitectura. Estas mismas ideas luego, en di- ciembre, serían heredadas para diseñar el nuevo proyecto, la Es- cuela de doctorado. Como ya se ha comentado, ambos edificios tenían que poseer una estrategia composi- tiva en común. Para mí, lo más fá- cil, fue partir de los condicionantes que nos habíamos autoimpuesto para el anterior proyecto, y que se reflejaran también en este. Por tanto, la idea principal fue diseñar un edificio que se integra- ra en el entorno de una forma un poco orgánica, sin que sobresaliera ni fuera muy rígido, en contrapo- sición a lo que ocurre ahora en el campus Miguel Delibes. La idea fue siempre que los nuevos edi- ficios que se iban a consolidar en esta zona, no compitiesen con lo que existe en la actualidad. Todo surgió analizando el plano de Valladolid, con sus edificios universitarios, y estableciendo también donde aparecían las facilidades para los estudiantes. Me di cuenta que están muy desvinculados entre sí y en la ciudad Por el contrario, yo pretendía que esas mismas ramas de conocimiento, que ahora están dispersas por toda la ciudad, se concentrasen en los estu- dios superiores de doctorado. No quería que se discriminasen unas de otras, sino generar un espacio donde el intercambio de conocimiento fuera la base que lo hiciera funcionar Finalmente, opté por generar una serie de módulos poligonales, ba- sados en la idea de los polígonos de Voronoi, distintos unos de otros en función de los requisitos del pro- grama, pero sin estar, por decirlo de alguna manera, categorizados. Serían flexibles, para poder alber- gar cualquiera actividad que se de- mande en su interior. Todos estos módulos se van adhiriendo unos a otros, y se conectan mediante una espina, que también es orgánica, y que fluye libremente para dar acce- so a las distintas estancias, o bien para crear a lo largo de ella misma, espacios de relación y de descanso. Así, se fue tallando el edificio para cumplir exigencias funcionales de programa, constructivas y estruc- turales. Como no me sometí a un volumen rígido, y la idea era que el propio edificio fluyera naturalmente, al final casi el proyecto se iba generando solo No quería discriminar aulas por conocimiento, pero sí organizar el edificio estableciendo un orden de privacidad. De esta forma, lo más público estaría más cerca del acce- so principal, y se dejarían los des- pachos de tutores en la parte más escondida y privada. Así, de alguna

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